El nuevo consumidor energético: protagonista del cambio, pero cansado y cada vez más exigente

El sector energético está atravesando una transformación estructural sin precedentes. La combinación de factores como la transición hacia fuentes renovables, la digitalización, los nuevos modelos regulatorios y la presión por la sostenibilidad está reconfigurando tanto la oferta como la demanda. Pero si hay un actor cuyo papel ha evolucionado de forma radical, ese es el consumidor.
Durante décadas, los consumidores han sido receptores pasivos de un servicio esencial, pero poco visible. Su relación con la energía se ha limitado durante muchos años, en la mayoría de los casos, al pago de facturas y la gestión de incidencias. Hoy, ese modelo ya no es sostenible. El consumidor energético del futuro —que empieza a tomar forma en el presente— será un agente activo, informado, participativo y, al mismo tiempo, mucho más exigente.
De receptor pasivo a agente activo
El nuevo consumidor no solo consume energía: también puede producirla, almacenarla, compartirla y monitorizarla. La aparición de tecnologías como los contadores inteligentes, el autoconsumo fotovoltaico, las comunidades energéticas locales y las plataformas digitales ha democratizado parte del acceso al sistema energético, permitiendo que los ciudadanos tomen decisiones informadas sobre cómo, cuándo y de dónde obtener su energía.
Este fenómeno ha dado lugar al concepto del omnisumidor: un usuario que desempeña múltiples roles dentro del sistema energético. Es consumidor, pero también productor (a través del autoconsumo), inversor (en eficiencia energética), gestor (de su consumo mediante apps y sensores) y, en algunos casos, prosumidor colectivo (a través de comunidades energéticas o esquemas de agregación de demanda).
Un consumidor cada vez más cansado
Sin embargo, este cambio de paradigma no ha sido fácil. Muchos consumidores han soportado una parte importante del esfuerzo necesario para adaptarse al nuevo ecosistema: han tenido que informarse por su cuenta, descifrar programas de ayudas complejos, adaptarse a tecnologías que evolucionan rápidamente y asumir el impacto del aumento de los precios.
Esta acumulación de esfuerzos ha generado una sensación generalizada de fatiga, escepticismo y apatía. De hecho, solo el 30% de los consumidores considera que podría hacer más de lo que ya hace para contribuir a la sostenibilidad energética, y menos de un tercio afirma estar dispuesto a dedicar más tiempo o recursos a iniciativas relacionadas con el consumo responsable.
¿Quién es el consumidor energético del futuro?
Hemos identificado cuatro grandes perfiles de consumidores que están dando forma al futuro del sector. Comprenderlos es clave para diseñar estrategias que realmente conecten con sus necesidades.
Los entusiastas: Comprometidos, informados y activos

Estos consumidores no esperan a que la transición energética ocurra, la están impulsando activamente. Son usuarios que ya utilizan aplicaciones para controlar su consumo, que han invertido en soluciones como paneles solares o cargadores de vehículos eléctricos, y que están dispuestos a pagar más por energía limpia o servicios sostenibles. Buscan reducir su huella ambiental y maximizar su autonomía energética.
Los cautelosos: Dispuestos a actuar, pero desorientados

Valoran la sostenibilidad y quieren hacer su parte, pero no saben por dónde empezar. Se sienten abrumados por la cantidad de información, la complejidad de las tarifas o la dificultad para entender qué decisiones tendrán realmente un impacto. Su freno no es el desinterés, sino la falta de claridad y acompañamiento.
The Passive Skeptics: No niegan el cambio, pero no ven cómo les afecta

Este grupo no rechaza la necesidad de una transición energética, pero cuestiona su impacto en su día a día. No entienden qué beneficios reales tiene para ellos cambiar de tarifa, participar en una comunidad energética o modificar sus hábitos. Su inacción nace del escepticismo y la inercia, no de la oposición directa.
Los excluidos: Comprometidos, pero limitados por su realidad

Apoyan la transición energética y creen en su importancia, pero sienten que no pueden formar parte de ella. Quizá viven en pisos alquilados donde no pueden instalar soluciones, no cuentan con recursos económicos para invertir en nuevas tecnologías o no tienen acceso a información adaptada a su contexto. La frustración y la resignación dominan su relación con el sistema energético.
Redefinir la experiencia energética
Frente a este panorama, las empresas del sector deben replantearse por completo cómo diseñan su propuesta de valor. La clave está en reconstruir la experiencia del cliente energético en torno a tres pilares esenciales: Accesibilidad, atracción y asequibilidad.
Accesibilidad: Ya no se trata solo de disponibilidad física. El acceso implica educación, simplicidad, acompañamiento y transparencia. Es necesario empoderar a los consumidores para que comprendan su consumo, sus opciones y las consecuencias de sus decisiones.
Atracción: Tradicionalmente, la energía se ha presentado como un producto técnico y funcional. Hoy, debe ser emocionalmente relevante. Incorporar elementos como el diseño de experiencia, la comodidad, el control o incluso el sentido de comunidad es fundamental para conectar con los nuevos consumidores.
Asequibilidad: No basta con ofrecer precios competitivos. La asequibilidad debe entenderse de forma más amplia, incorporando las barreras de entrada, el esfuerzo que requiere cada solución y el impacto en el estilo de vida. Las propuestas deben adaptarse a realidades diversas, sin exigir sacrificios inasumibles.
El consumidor energético del futuro será más exigente, más consciente y más determinante que nunca. Pero también estará más fragmentado, más cansado y más difícil de activar. Las compañías que entiendan esta complejidad y actúen con empatía, innovación y foco estratégico serán las que lideren la transición energética con legitimidad y solidez. Contáctanos y haz que tu empresa esté lista para el futuro con un servicio adaptado a las nuevas tendencias.